INTRODUCCIÓN

En noviembre de 2008 acabé fotografiando, prácticamente por casualidad, la maratón de Nueva York. Nunca había asistido a un evento como este, no era corredor, no conocía el recorrido, y, aunque sabía moverme bien por la ciudad, en Nueva York era poco más que un “turista plus”.

Ese día pude llevarme a casa solo unas pocas tomas decentes, pero me convencí, sobre todo, de dos cosas muy concretas: que un día tenía que correr la maratón de Nueva York, y que, por desgracia, un evento tal no puede contarse “realmente” en un reportaje fotográfico.

En octubre de 2019, mientras completaba la preparación para mi séptima participación en la maratón de Nueva York, me lesioné. Nada realmente serio, pero sí lo suficiente como para poner en riesgo mi intento de mejorar en la competición que me esperaba solo dos semanas después.

Tantos meses de entrenamientos parecían perdidos… Incluso la posibilidad de llegar a la meta forzando el ritmo me parecía demasiado optimista. Sin embargo, después de unas horas de fuerte decepción, de repente todo “se conectó”. No podía correr como quería, pero tal vez, finalmente, podría contar la maratón de Nueva York en un reportaje fotográfico: corriendo y fotografiándola sin tener que robar fotos desde los laterales.

Comparado con mi primera aproximación fotográfica a la carrera, esta vez tenía todos los “ingredientes” necesarios: me había convertido en un corredor experto de maratón, estaba inscrito en la carrera, conocía muy bien el recorrido y sus peculiaridades, había vivido varias veces las diversas fases anteriores y posteriores a la carrera y, aparte de la lesión, estaba preparado como para poder llegar al final “con calma”.

Como si eso no fuera suficiente, ya hacía un tiempo que pasaba varios meses al año en Nueva York, que se ha convertido, de hecho, en mi segunda ciudad y, last but non least, nuevamente en 2019 escribí una guía dedicada a la carrera (La carrera infinita), razón por la cual la estudié en profundidad y recorrí, durante días, su entero trazado.

En resumen, era el “culpable perfecto”; lo tenía todo: móvil, preparación, oportunidad. Realmente no tenía coartada. Tenía que intentarlo. Tenía que tratar de contar uno de los eventos deportivos más maravillosos que existen mientras formara parte de él.

Entonces, en la mañana del 3 de noviembre de 2019 me enfrenté a la TCS NYC Marathon como no lo había hecho nunca antes: con un objetivo completamente diferente (y no es solo un juego de palabras).

Por primera vez el objetivo no era completar la carrera en el tiempo deseado, sino contar aquel día tomándome todo el tiempo necesario, violando conscientemente los habituales consejos previos a la carrera y olvidándome, verdaderamente, del Garmin y del tiempo que corría. Esperando solo que las piernas pudieran aguantar y que la lesión me permitiera, en cualquier caso, llegar hasta el final.

Por ello salí armado con dos iPhone (uno que mantendría siempre en la mano y otro fijo en una riñonera que disparaba automáticamente detrás de mí gracias a una aplicación especial), un plan detallado de los momentos que tenía que explicar, y una idea específica de qué quería fotografiar y dónde.

El resultado de ese trabajo es “Race Day”, y lo encontraréis en las páginas siguientes.

Es el fruto de uno de los días más increíbles, intensos, emocionantes y divertidos de mi vida. De un momento en que algunas de mis grandes pasiones se alinearon mágicamente y convivieron en total armonía.

Y es también el final de un extraño camino de la vida que duró unos once años, que transformó a un fotógrafo en un corredor para que un día pudiera contar, en fotografías, una carrera de la que se había enamorado locamente.

Lorenzo Maria dell’Uva